Sobre el caos bellísimo que implica cambiar de hogar.
El resto un terremoto
Viernes 15 de marzo de 2024
Quiero escribir en Substack pero está caído, entonces escribo acá. Esta página que vengo evitando desde hace días porque pasan muchas cosas y muchas de las cosas que pasan no las puedo controlar. Veo la biblioteca casi vacía y me entran escalofríos, la semana que viene a esta misma hora voy a estar armando cajas de manera frenética para meter mi vida entera ahí. Van a ser pocas las cosas que no cambien: Axel, las plantas. El resto un terremoto.
Viernes 31 de mayo de 2024
Dos meses y medio pasaron desde la última vez que escribí. Leo la página y sonrío: poco sabía que el viernes siguiente íbamos a estar los dos enfermos de dengue, que todo lo que no podía controlar iba a salir mal pero al poco tiempo se iba a solucionar, que iba a entrar a mi nueva casa y me iba a largar a llorar de alegría pero principalmente de cansancio (y que el chichón que se me iba a formar por la caída de una puerta en la cabeza no iba a ayudar). Evidentemente me la veía venir, el caos en una mudanza está siempre presente. Lo que no podía vislumbrar era el tamaño de la fiesta. Yo esperaba que dure dos o tres semanas. Recién ahora siento que en el baile empiezan a sonar los lentos.
Tengo la costumbre de escribir a mano en un cuaderno media hora por día. No puedo explicar lo mucho que me ayuda a entenderme. Y según veo, también tengo algo de bruja.
Amor al caos
Volver a escribir el newsletter es volver a estar atenta. Veo en Instagram que alguien comparte una imagen que menciona la palabra terremoto. Me siento interpelada y entro a ver un poco más.
Me encuentro con una recopilación inmensa de cucharaditas de caos, como mencionan en la página. Cientos de perspectivas sobre el caos. Muchas ilustradas con una sensibilidad inmensa por Amandina Catrala.
Amo cuando con tanta economía se transmite tanto. Bravo por celebrar este quilombo que nos acompaña todos los días.
El niño que cargaba agua en el colador
La semana pasada viajé a Córdoba al acto de colación de mi hermana. El sábado hacía frío pero el solcito invitaba a dar unas vueltas. Fuimos a almorzar y cuando terminamos insistí en volver a Portaculturas, una librería y editorial independiente en la que siempre encontramos joyitas. Por ejemplo, la edición de Comerse el tarro la compre ahí.
Juan es el librero detrás de este lugar mágico y esta vez me traje a casa un tesoro que recopila ilustraciones soviéticas de la década del 30, pero eso es tema para otro newsletter. Cuestión que le regaló a mi hermana un libro con el que me sentí profundamente identificada.
La historia va sobre un niño que le gustaba cargar agua en un colador. Que descubre que escribir se parece bastante a eso. Que hay poesía en hacer cosas por el simple hecho de hacerlas, sin importar que nunca lleguemos a llenar nada.
Parsimonia es mi lago y yo estoy aca, dos meses más tarde, con mi colador en mano. Haciéndolo sin saber bien para qué. Que lindo compartir esta travesura con vos.
En qué ando
Leyendo
De qué hablo cuando hablo de correr de Murakami. En todo el caos me costó reconectar con ese costado mío pero sentirme comprendida ayuda mucho.
Escuchando
Thriller. Que difícil separar la obra del artista pero a su vez que discazo de Michael Jackson por favor.
Viendo
Gilmore Girls. Me hice amiga íntima de Rory y Lorelay mientras estudiaba. Ahora me acompañan mientras pongo todo en su lugar.
Hasta la próxima
Buenas, ¿cómo estás? ¿Que tal estuvo todo en estos meses?
Sé que hay caras nuevas. Si es el primer mail que recibís, te quiero dar la bienvenida. Generalmente todo esto tiene un poco más de estructura pero viste como se dan las cosas, a veces hay que hacerlas como salgan.
Estoy terminando de editar este newsletter después de un sábado soleado que empezó sin muchas expectativas y sin embargo terminó siendo un día de esos para recordar. Dibujé un rato, merendé con amigas, recorrimos librerías y terminé en plena calle Corrientes tomándome una cerveza con Axel antes de entrar al teatro. Fuimos a ver Lo que río hace y nos reímos a carcajadas de las mañas del litoral argentino.
Muchas gracias por tomarte este ratito para leerme. Es un regalo que no pasa desapercibido,