Sobre una obra de teatro, una pregunta que no me gusta y el hecho de escribir.
Imprenteros
Siempre que salgo del teatro pienso “¿por qué no voy más seguido?”. El viernes pasado vimos Imprenteros, una obra de Lorena Vega y Hnos. Esto último es literal: esta dirigida y actuada por Lorena y sus hermanos participan de ella. La obra es autobiográfica, trata sobre su relación con su padre, con las tradiciones familiares, con la imprenta como protagonista.
Yo tengo una vaga relación con la imprenta: para mí es el primer lugar al que iba todos los martes y los jueves desde 2012 hasta 2016. Esos días cursaba Taller de Diseño, la materia troncal de la carrera que elegí a mis 17 años. Algún día voy a escribir sobre esa decisión caprichosa, pero no hoy.
Volvamos a la situación: martes y jueves, 7 de la mañana, ir a imprimir los avances de los trabajos prácticos para pegarlos en las paredes de las aulas de FADU en Santa Fe. Por lo general, iba pasada de largo, es decir, no había dormido en toda la noche o había dormido 2 horas por quedarme diseñando todo lo que pudiese para esas correcciones. Hoy en día lo recuerdo con una mezcla de ternura y compasión por esa Macarena que se llevaba a sí misma hasta la extenuación dos días por semana.
Imprenteros es la otra cara de esa moneda, es la manera que tiene de vivir una familia que respira tinta a toda hora, incluso cuando están lejos de las offset. Es el oficio hecho obra, la importancia de hacer bien las cosas que elegimos hacer todos los días. El detalle de conocer cada sonido, identificar cada tuerca, medir el peso del papel con la mano. Un oficio hoy en día frágil, por el precio del papel, por la digitalización, porque mandar a imprimir a China es más rentable.
Lorena y sus hermanos no pudieron volver a entrar al taller de su papá luego de su muerte, porque sus medios hermanos, hijos de la segunda pareja, cambiaron la cerradura del taller. Esta obra fue su manera de tirar abajo esos portones y armar una fiesta entre las máquinas. Mis palabras no le hacen justicia, si tenés la oportunidad de ir a verla no dudes.
¿Qué quieres ser cuando seas grande?
La obra me dejó pensando en el tema de los oficios. Y resulta que tengo un libro ilustrado sobre eso. Me lo regaló mi hermana en plena pandemia, con ese ojo láser que tiene para identificar las ilustraciones que me gustan.
Lo dibujó Virginie Morgand y en él se muestran más de 100 trabajos distintos. Me resulta gracioso que los niños que vean este libro hoy probablemente ejerzan trabajos que no se muestran en el libro y otros tantos oficios ya hayan muerto.
En inglés la edición se titula What do grown-ups do all day? que vendría a ser algo así como ¿Qué hacen los adultos todo el día?. Me parece un título mucho más acertado que el de la edición en español que trae al frente una pregunta que siento que genera expectativas innecesarias en seres humanos de 5 o 10 años: ¿Qué quieres ser cuando grande?. No es necesario saber, ni es necesario ser una sola cosa.
Puede que mi rebeldía se deba a que estoy tratando de escribir la nueva sección de About de mi página personal y resulta que soy muchas cosas. Me gusta pensar que no está mal necesitar de varias palabras para definirnos.
Escribir es descubrir
Parsimonia me hizo conectar con personas maravillosas. Una de esas personas es Marina (que crea unos cuadernos pre-cio-sos). Hace un par de semanas me compartió esto:
Nos vuelve a encontrar este espacio. El comienzo de esta edición me llevó a una cita que me gusta mucho de un libro que se llama Nadadores Lentos, el autor es Santiago Loza, hacia el final leí que estás leyendo Bocetos de natación y me pareció una hermosa casualidad, el agua y el chapuzón dando vueltas. Va el fragmento, espero te guste:
“(...) Cuando miro sin ser parte, cuando me repliego, escribo mentalmente. Mi memoria suprime o reelabora esa escritura mental. A veces persiste y otras veces se evapora. Pocas veces llega a fijarse en escritura material. Pero es la materia de la está hecha la escritura posterior. La escritura mental son los cimientos. Las palabras que mastican los pensamientos. Esa caótica impureza en el pensar, el revoltijo emocional. Ese mareo, esa mezcla incómoda y escurridiza es la nutriente. Si acepto el desorden de la mente, si acepto la fugacidad de las ideas, tal vez pueda sentarme a escribir.”
“(...) La escritura está hecha también de lo que queda por decir. Lo que se va postergando. Lo que todavía no tiene una forma para nombrar.”
La verdad es que me tocó una fibra íntima, me sacudió un poco. Es que en algún punto este espacio es un ejercicio de escritura que se construye mentalmente, todos los días, todo el tiempo. Después llega el sábado o domingo en que me pongo a bajar mi revoltijo emocional y me encuentro descubriendo cosas que no sabía que estaban ahí.
Muchas veces, como en el diseño, escribo haciendo otras cosas. Lelia Guerriero, como siempre, lo dijo mejor que yo:
Con todo esto no quiero decir que me considere escritora ni mucho menos. Yo no me propongo escribir bien. No quiero juzgar ni esperar que otros juzguen la manera en que escribo. Para mí escribir es un ejercicio de autoconocimiento: es revolver en agua sucia y encontrar una piedrita que brilla. Y llevarla en el bolsillo el resto de la semana, como recordatorio que hay algo, que no se bien qué es, pero que está ahí. Sólo hay que revolver.
Me pregunto si escribir es otro de mis oficios. Según las primeras acepciones, un oficio “es una actividad laboral habitual, especialmente la que requiere habilidad manual o esfuerzo físico”. Si me guío por esa definición no lo es. Pero también encontré esta otra: “del latín officium ‘servicio, función’, derivado de opifex, opificis ‘artesano’, formado este de opus, operis ‘obra’ y facere ‘hacer’. De la familia etimológica de hacer.” Entonces sí, escribir es uno de mis oficios.
En qué ando
Leyendo
Let your mind runde Deena Kastor. Annie, amiga queridísima que me metió en el mundo del running, me prestó este libro. Me lo voy devorando y lo empecé hace dos días.
Escuchando
Curymande Rogê. Ser amiga de João Pacato viene con el privilegio de recibir estas recomendaciones y no puedo no compartirte a vos también este álbum precioso.
Viendo
Aftersun. Una película sobre la relación de un padre con su hija, las vacaciones, todo lo que cambia y todo lo que permanece. Axel escribió sobre esto, yo que vos voy a leerlo.
Hasta la próxima
Buenas, ¿cómo andas? ¿Cómo te trata el frío? Yo terminando este newsletter mantita de por medio, malbec en mano, esperando ansiosa que se terminen de cocinar los tallarines con bolognesa del mediodía de un domingo gris. Veo las flores que compré ayer y me siento afortunada. Es un gustito que trato de darme cada tanto. Es tan privilegiado que lo hago con un tinte de culpa hasta que recuerdo que salen lo mismo que un vino y me doy cuenta si trabajo es para poder comprar flores sin culpa de vez en cuando.
Me está costando encontrar momentos para dibujar y estoy empezando a buscar estrategias para que sea parte de mi rutina. Pero también es cierto que a diferencia del año pasado, hoy en día dedico tiempo a correr, a pilates (sí, sumé esta disciplina hace poco y la amo) y a armar una nueva versión de mi sitio personal. Es normal que desatienda algunos espacios. No se puede hacer todo.
Ya llegaron varias de las risografías que hice a sus nuevas dueñas y dueños y no puedo estar más contenta. Si queres una, es por acá.
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Un abrazo inmenso y que sean semanas de mucha paz,